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La densa niebla oscurecía, aún más si cabe, el lúgubre paisaje. Apenas había estrellas en esa noche sin luna, lo que aumentaba el escalofrío de aquellos viajeros, extraviados en medio de aquel bosque. Habían calculado mal el tiempo y, encima, habían perdido todos sus puntos de referencia. Sólo el continuo sonido del agua, sonando como un lejano murmullo, indicaba que el viejo río Lys estaba muy cerca. Muchas leyendas se habían forjado acerca de ese río, a causa de ciertos acontecimientos que decían haber pasado hacía ya más de 200 años. Por si alguien no la conocía, siempre había en cada grupo uno que iba de valentón, contándola y haciéndola aún más macabra y terrorífica de lo que realmente era. Este grupo no era ninguna excepción y Bertrand solía conseguir que más de uno se mease literalmente encima. Rara vez no había alguna chica que, estremecida del terror, se agazapase en su pecho, buscando protección o que cambiase de tema.
En medio del bosque, contaba la leyenda de aquel río. Al parecer, Anne de Breuil, más conocida como Milady de Winter, fue decapitada 200 años atrás. Al parecer, sus crímenes habían sido tan terribles, que la justicia humana no puedo ignorarlos. Incluso, aseguran que el mismo Satanas la expulsó del Infierno y que cada noche recorre el Lys en busca de la cabeza que le falta. Y siempre buscaba mentes perversas, maquiavélicas y engañosas que puedan sustituir la que le falta.
Como siempre, conseguía su objetivo: pasar la noche con alguna chica que, víctima del terror, no quería dormir sola. Esa noche, fue la preciosa Jacqueline, una preciosa chica de 19 años, de corta estatura cuya melena color cobre y sus ojos violetas, tenían hechizados a la mitad de los chicos presentes.
El horror de la pobre fue mayor al despertarse, tras comprobar que Bertrand no estaba. Estaban todos sus efectos personales: la ropa, el reloj, los condones que había usado la noche anterior...
Buscaron durante días sin encontrar ni rastro de él. Nadie sabe lo que paso, pero Jacqueline sigue pensando que Anne de Breuil encontró en Bertrand una cabeza lo suficientemente perversa como para sustituir la que le faltaba.

 

Inspirado en la inmortal obra de Alejandro Dumas.

El fantasma del Lys

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