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Mi cuerpo estaba tembloroso, extraño. Nada tenía que ver con el frescor de la noche, la baja temperatura del agua donde me estaba bañando, o con el sutil movimiento del agua golpeando mis muslos. Mi cabeza estaba bien lejos del agua, a kilómetros de allí. Se había detenido en aquel instante. En el instante en el que le dije a Menkar que le quería. El momento preciso en el que besé sus labios.
Llevo viajando con él desde antes de que pueda recordar. Siempre ha estado a mi lado, cuidándome, protegiéndome, enseñándome todo lo que se. Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Yo no era más que una niña caprichosa y quejica, camino a la casa de mis tíos. Allí se suponía que se separarían nuestros destinos, donde nuestros caminos tomarían rumbos diferentes. Pero jamás pude verlos. No recuerdo mucho de aquel día, pero no podré olvidar jamás el terror de ver aquel humo negro en la distancia. Muerte, destrucción, desolación. Eso fue lo único que encontramos.
No sé cuánto tiempo perdí la consciencia, ni donde aparecimos. Lo que no se borra de mi memoria es que, lo primero que vi nada más abrir los ojos, fue la mirada de Menkar.
No siempre su trato me ha agradado, pero he de admitir que se ha portado extraordinariamente bien conmigo, pese a que nunca se lo he puesto demasiado fácil.
El entrenamiento de estos años está siendo duro, agotador. Muchas veces, en esta misma agua, he tenido que lavar ms heridas, limpiarme la sangre o aliviar los moratones causados por los culetazos que me producían las múltiples caídas en los entrenamientos con él. Pero jamás le vi enfadarse conmigo.
Es extraño como cambia el corazón, como florecen sentimientos que ni siquiera yo sabía que tenía. Le he besado sin saber porque. Y ahora solo me pregunto qué es lo que lamento realmente: si haberle besado o no haberlo hecho mucho antes.

 

Realizado con cariño para Moon Slayer.

El beso (27/12/2013)

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